- La economía aragonesa ha afianzado en 2017 la recuperación que está siguiendo en los últimos años, acelerando el crecimiento del producto Interior Bruto (PIB)
- Ese dinamismo económico se ha basado en una demanda interna con buen ritmo de avance tanto del consumo privado como de la inversión en bienes de equipo y construcción
La economía aragonesa ha afianzado en 2017 la recuperación que está siguiendo en los últimos años, acelerando el crecimiento del producto Interior Bruto (PIB), tras la moderación de 2016. En los dos primeros trimestres se movió en aumentos menores que los del conjunto de España, al que, sin embargo, sobrepasó en el tercero. Esto ha permitido elevar las previsiones y considerar, pese a las incertidumbres, que Aragón puede cerrar este año creciendo entre un 2,9% y un 3,1%.
Al igual que en el conjunto nacional, ese dinamismo económico se ha basado en una demanda interna con buen ritmo de avance tanto del consumo privado como de la inversión en bienes de equipo y construcción. A ella se suma la aportación positiva de la demanda externa, vinculada al crecimiento económico y comercial mundial, que alcanza a todas las áreas y prácticamente todos los países. Es destacable el crecimiento de las exportaciones sobre el año pasado (7,8% hasta septiembre) y ralentización del aumento de importaciones (1,3%), que arroja un superávit comercial de 935,43 millones de euros hasta ese mes.
Crecen, sobre todo, las exportaciones de manufacturas de consumo y alimentos que, junto a automóvil y bienes de equipo, suman el 78% de las exportaciones aragonesas, con la Unión Europea como destino principal, pero avanzando en diversidad geográfica. Los esfuerzos para ganar competitividad y cuotas de mercado desde Aragón están teniendo frutos, si bien todavía son pocas las empresas exportadoras regulares (1.533) y cinco las que concentra el 47% de las ventas al exterior.
La producción ha crecido en todos los sectores de actividad, acelerando progresivamente el ritmo sobre todo la industria (hasta el 6,3%) – especialmente fabricación de bienes de equipo e intermedios, maquinaria y material de transporte -, con aumento de pedidos y utilización de capacidad productiva. También van mejorando a lo largo del año indicadores de demanda de consumo como el índice de comercio al por menor, las matriculaciones o la entrada de viajeros, y algunos de construcción como la licitación oficial, si bien se partía de niveles muy reducidos.
La mejora de la actividad económica se refleja en aumento de la demanda de energía eléctrica respecto al año anterior, especialmente en la industria. Tiene, además, traslado al mercado laboral, que registra incrementos interanuales del empleo en línea con los del PIB (2,8% y 15.600 ocupados más en el tercer trimestre que en el mismo del año anterior). La reducción del paro lleva su tasa al 10,5%, por debajo en 5,9 puntos porcentuales de la española, solo creciendo en industria por la fuerte incorporación de población activa que, sin embargo, desciende en conjunto.
Las empresas sostienen el 81,6% de los empleos de la Comunidad Autónoma y los nuevos contratos acumulados hasta noviembre muestran mayor aumento en los indefinidos (17,2%) que en los temporales (11,2%).
Pese a generar más empleo con menores tasas de crecimiento de actividad que la media nacional, se comportan peor algunos indicadores como los afiliados en el régimen de autónomos, la evolución prácticamente plana del número de empresas con trabajadores inscritas a la Seguridad Social y la caída de las sociedades mercantiles constituidas.
Cuentas públicas y fiscalidad
Tras superarlo en 2016 y tener que presentar un Plan Económico Financiero, Aragón cumplirá previsiblemente este año el objetivo de déficit del 0,6%. Pero, al igual que el Estado (que cumpliría el 3,1%), el ajuste fiscal se ha logrado básicamente por la vía de los ingresos y no por la de los gastos, cargándolo sobre las empresas y la clase media (Sucesiones, Patrimonio, hidrocarburos, IRPF). Lo adecuado sería poder bajar impuestos buscando el aumento de ingresos por mayor base de cotizantes y volumen de rentas, además de lograr mayor eficiencia del gasto para reducir la deuda pública, que se sitúa en el 21,6% del PIB en el tercer trimestre.
Además, el retraso en la aprobación de los presupuestos nacionales y autonómicos para 2018 supone una dificultad en el desarrollo de las políticas económicas y sociales. En ellos debería haber aumento de la inversión productiva y suficiente dotación territorializada para las infraestructuras aragonesas tanto de transporte como de hidráulicas y de comunicaciones.
Importante es también que la próxima reforma del modelo de financiación autonómica incluya de forma adecuada factores como la dispersión territorial de la población, la despoblación y el envejecimiento, fundamentales para Aragón y parte de los hándicaps para prolongar su crecimiento junto a la deuda pública, la limitada productividad o la necesidad de ganar en innovación y tamaño empresarial.
Tanto estos riesgos como la previsible moderación del crecimiento nacional e internacional y el impacto sobre Aragón de la crisis en Cataluña, que se espera mayor en esta comunidad que en otras, aconsejan mantener la previsión de crecimiento para 2018 en Aragón en la parte baja de las realizadas por los analistas, en torno al 2,4% (2,5% nacional) y una tasa de paro media anual del 10%.