(Madrid).- En el Día Mundial del Comercio Justo, sábado 9 de mayo, las organizaciones de este movimiento reivindican que para salir de la crisis global provocada por la COVID-19 es necesario desarrollar otro modelo económico que ponga en el centro los derechos de las personas y el cuidado del medio ambiente frente a la acumulación de beneficios.
La desigualdad y la crisis climática son las principales consecuencias del actual modelo económico basado en un consumismo desmesurado e insostenible y cuyo único fin es la generación de capitales. La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de este sistema que deja a demasiadas personas atrás, en condiciones indignas, sin sus necesidades vitales básicas cubiertas. El movimiento del Comercio Justo defiende que la salida a esta crisis deber ser global y colectiva, y debe apostar por un cambio en el sistema económico que priorice la dignidad humana y la protección del planeta. Y manifiestan que esto no solo es posible sino que es absolutamente necesario. Esta es su reivindicación desde hace varias décadas, pero este año, en el Día Mundial del Comercio Justo quieren decirlo, si cabe, en voz más alta y clara, a pesar de tener que celebrar esta Día de manera virtual (#DiaMundialComercioJusto), y no en las calles como vienen haciéndolo estos años.
Sus tres principales demandas son:
- Las personas frente a los beneficios económicos. Derechos laborales y vida digna para trabajadores y trabajadoras de todo el mundo. Esta crisis ha puesto de manifiesto la paradoja de que muchos de los trabajos peor remunerados, como el cultivo de alimentos, son los esenciales para nuestra propia existencia. Sin embargo, la mayoría de quienes los realizan lo hacen en condiciones laborales indignas, con salarios por debajo del umbral de la pobreza o en sectores informales. El Banco Mundial concluye que 6 de cada 10 personas pobres de todo el mundo trabajan en la agricultura, una paradoja de la cadena global de alimentación, con numerosos intermediarios, y que busca maximizar el lucro de las empresas en lugar de garantizar el suministro de alimentos y la producción sostenible. Una injusta paradoja que también se da en otros sectores comerciales (textil, tecnología…). No es casual que todavía hoy 700 millones de personas que tienen un empleo en el mundo sean consideradas “trabajadores pobres”, según Naciones Unidas. Las organizaciones de Comercio Justo manifiestan que garantizar los derechos laborales y una vida digna para todos los trabajadores y trabajadoras es un derecho fundamental que, además, consolida una sociedad global más justa y menos vulnerable frente a las crisis. En este sentido, las prácticas comerciales de las organizaciones de Comercio Justo están minimizando las consecuencias económicas y sociales para sus trabajadores y trabajadoras (Más información: http://comerciojusto.org/comercio-justo-y-coronavirus/).
- Realizar un consumo responsable. El nivel de consumo actual es insostenible, no solo provoca un peligroso deterioro medioambiental, sino que además alienta fenómenos como la deslocalización de empresas, la producción en países con menor renta donde hay menos regulaciones y en los que los sindicatos o están prohibidos o su acción no es completamente libre, lo que en definitiva provoca pobreza para quienes están en los últimos eslabones de la cadena. Si algo positivo ha tenido esta crisis ha sido que nos ha hecho preguntarnos, como individuos y como sociedad qué es lo realmente importante. Las organizaciones de Comercio Justo defienden la necesidad de ajustar nuestros niveles de consumo a nuestras necesidades reales, y optar por productos elaborados de manera respetuosa con sus trabajadores y trabajadoras y con el medio ambiente. Reivindican, también, la necesidad de cuestionar nuestro modo de vida y hábitos de consumo. Desde el movimiento del Comercio Justo hacemos un llamamiento para consumir de forma responsable en tiendas de barrio y de Comercio Justo, apostando por el comercio de proximidad que sostiene nuestros barrios y pueblos.
- Respeto al medio ambiente. El coronavirus desafía a nuestro mundo en plena crisis climática, como si fuera una llamada de atención ante la imperiosa necesidad de cuidar el único planeta que tenemos. Fenómenos como el calentamiento global, la desertificación o la deforestación son algunas de las consecuencias derivadas del modelo productivo imperante y de la agricultura industrial, basados en el uso indiscriminado de recursos naturales, la producción masiva de bienes y prácticas agrícolas como el monocultivo o el uso de fertilizantes y químicos. Las organizaciones de Comercio Justo reclaman una transición urgente a un modelo productivo verde y neutro en emisiones de carbono.
En definitiva, la crisis del coronavirus ha demostrado lo insostenible y desigual del modelo de “crecimiento” económico mundial. Las respuestas y propuestas para salir de esta crisis no pueden caer en los mismos errores. Es necesario aprovechar esta oportunidad para cambiar de rumbo hacia un modelo de derechos, sostenibilidad y equidad.