• Claudio Tolcachir junta en los escenarios a Emilio Gutiérrez Caba y Carlos Hipólito después de casi 30 años
  • El texto de Michael Frayn, complejo y apasionante, es uno de los más premiados y representados del teatro contemporáneo

Desde hoy, las tablas del Teatro de La Abadía acogen uno de los montajes más esperados de la temporada, Copenhague, libreto del escritor y dramaturgo británico Michael Frayn, por el que recibió en el año 2000 el Premio del Círculo de Críticos y el Premio Tony a la mejor obra de teatro, convirtiéndose desde su inicio en un clásico contemporáneo. Una de las piezas más premiadas y representadas de los últimos años, que en esta ocasión cuenta con la adaptación y dirección del director argentino Claudio Tolcachir y un reparto de lujo formado por Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutierrez. Elisa Sanz —escenografía y vestuario— y Juan Gómez Cornejo —iluminación— completan el equipo artístico de esta producción de PTC (Producciones Teatrales Contemporáneas), que podrá verse en la Sala Juan de la Cruz del 23 de mayo al 30 de junio.

“Interpreten todas mis afirmaciones como preguntas”, Niels Bohr 

Copenhague es un ejemplo de teatro de palabra y de reflexión. Relata el encuentro que tuvo lugar en 1941 en la capital de Dinamarca, ocupada por las tropas nazis, entre el gran científico danés, medio judío, Niels Bohr (Emilio Gutiérrez Caba), padre de la física cuántica, y su ex alumno predilecto, el alemán Werner Heisenberg (Carlos Hipólito), padre del principio de Incertidumbre y aquí representante de los estamentos nazis, inevitablemente confrontados por el papel y la situación de sus dos países durante la Segunda Guerra Mundial.  Dos físicos, dos Premios Nobel que simbolizan dos posturas antagónicas en el crispado clima de un periodo histórico negro que vio nacer el auge de los fascismos y el comunismo. Maestro y alumno mantienen una de las conversaciones más relevantes para el devenir de nuestra reciente historia ante el desafío que representaba la tan ansiada como amenazante carrera nuclear por parte de la Alemania nazi.

Todo son conjeturas sobre aquel misterioso encuentro, que algunos han querido ver como decisivo para que la balanza de la guerra se inclinase a favor de los Aliados, impidiendo la creación de la bomba atómica por parte de los alemanes. Por razones que no están señaladas históricamente, estos dos gigantes de la ciencia mundial rompieron relaciones definitivamente después de este encuentro, causando múltiples especulaciones y un gran revuelo entre sus compañeros.

Aparte de ser un buen documento histórico, esta recreación del encuentro ficcionada por Michael Frayn pone sobre la mesa el problema ético en el desarrollo de la ciencia y su uso frente a fines a veces cuestionables. Para Tolcachir, afrontar el reto de dirigir Copenhague tienen mucho que ver con la necesidad del teatro de diseccionar la realidad desde su complejidad, alejándola de la polarización simplificada entre el bien y el mal.  El texto propone un abanico de temas esenciales como la moral, la responsabilidad, la violencia institucionalizada y las contradicciones del ser humano. “Un desafío mayúsculo y excitante el de sumergirse en la cabeza de dos genios de la física cuántica, que nos permite espiarlos, descubrir, preguntar, pelear, competir, enfrentarse al abismo técnico y al inmenso abismo ético que implica la energía nuclear en plena guerra”. Explica Tolcachir que ante la aparente complejidad de su discurso, “la fundamental presencia de Margrethe (Malena Gutierrez), la mujer de uno de ellos, nos sirve como puente para sumergirnos en ese mundo. Ella es el contrapunto de los dos, la memoria, la sensatez y su presencia obliga a los otros a ser irremediablemente claros en sus disquisiciones”.


Un thriller científico

Copenhague se estrenó originalmente en 1998 en el National Theatre, de Londres, y desde entonces ha sido representada en numerosos países. Para la reciente puesta en escena londinense a cargo de su primer director, Michael Blakemore, el autor introdujo pequeñas modificaciones en el texto al hilo de lo descubierto después sobre el encuentro entre los dos científicos, tras publicarse una carta de Bohr a Weisenberg que nunca fue enviada y otros documentos de archivo.

La obra crea una tensión propia de thriller y posee una estructura no lineal, casi onírica, en la que tiempo y espacio quedan suspendidos y, más allá de las cuestiones éticas y políticas relacionadas con la investigación de estas dos figuras históricas, indaga también en temas de corte más humanístico como la amistad, la relación maestro-discípulo, ambición y lealtad.

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