(Madrid,).- Hoy, la ciencia se encuentra en el escaparate mediático. Todas las miradas están puestas en los investigadores y, prácticamente, se puede seguir en directo el desarrollo de la investigación científica. Por ello, los científicos deben aprovechar esta coyuntura y ganar más peso en la sociedad y en el asesoramiento a los políticos. Así lo han asegurado los expertos participantes en el sexto y último encuentro virtual del ciclo Argumentos Cruzados, titulado «Pandemia, Ciencia y Democracia», organizado por la Fundación Lilly.
En este sentido, como señala José Antonio Sacristán, director de la Fundación Lilly, en este año en el que la ciencia está siendo la protagonista, abriendo a diario los informativos, «la sociedad se está dando cuenta de la importancia que tienen la ciencia y la investigación. Pero hay muchos aspectos que todavía generan debate, como son la democracia y la relación entre la ciencia y la política».
Moderado por Elena Lázaro, coordinadora de la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Córdoba y presidenta de la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC), en este encuentro se ha señalado que, con el fin de que la ciencia participe en el debate público para atajar otras cuestiones y retos como son el cambio climático, el futuro energético o el envejecimiento de la población, se debe lograr que esta tendencia al alza y puntual de la ciencia se convierta en una tendencia permanente.
«Del mismo modo que los economistas colonizaron los espacios de comunicación con la crisis económica y los politólogos con la crisis política, los científicos tenemos que arriesgarnos a colonizar los espacios y la esfera pública», comenta Lorenzo Melchor, especialista en asesoramiento científico y diplomacia científica europea en la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y participante en la iniciativa Ciencia en el Parlamento.
La ciencia y la toma de decisiones
Durante esta pandemia, todos los países a nivel global han activado los mecanismos de asesoramiento científico. Los gobiernos han establecido comités de asesoramiento científico-técnico que ya existían antes o que han creado ahora para atajar la crisis. Por tanto, la ciencia y los datos, tanto epidemiológicos como económicos, están desempeñando un papel importante a la hora de la toma de las decisiones políticas. «Nuestros gobernantes tienen en consideración estos datos y, en consonancia, ponen en marcha ciertas políticas públicas. Y esto es una buena práctica», afirma Lorenzo Melchor. De hecho, tal y como señala Pablo Izquierdo, neurocientífico, comunicador científico y director de Política Científica de la Sociedad de Científicos Españoles en el Reino Unido (CERU), «buena parte de los políticos han ido cambiando el discurso gracias, en gran parte, a ese asesoramiento científico».
Sin embargo, debido a esta crisis, se están viendo las múltiples aristas que existen en la compleja relación entre ciencia y política. Por ejemplo, el hecho de que los ritmos de la ciencia (lentos) y los de la política y los medios de comunicación (urgentes) son diferentes. Como detalla Lorenzo Melchor, «la ciencia debe hacer el mayor esfuerzo para ajustarse, pero tiene que seguir sus ritmos lentos, claros y de método». Por su parte, Pablo Izquierdo comenta que los tomadores de decisiones requieren a los científicos certezas, pero los científicos en este momento no las pueden aportar, y eso es algo que los científicos tienen que comunicar: «La ciencia es mucho más de lo que sale en una nota de prensa, donde muchas veces no se mencionan las incertidumbres, los rangos de error, las variables que no se controlan… Todo eso es parte de la ciencia y hay que comunicarlo».
La ciencia, a un ritmo frenético
Debido a ese cambio de ritmo al que se ha visto sometida la ciencia durante los últimos meses, la actividad científica, entendida como la publicación de artículos, se ha visto incrementada exponencialmente, lo que puede suponer un riesgo.
Según Pablo Izquierdo, «se han publicado artículos ya revisados que posteriormente se han tenido que retractar. También los preprints se han dado por buenos sin que hayan pasado el proceso de revisión externa. La velocidad es buena en contextos como este, porque permite acelerar la colaboración entre científicos y países –los científicos pueden conocer los resultados de sus colegas sin esperar a la burocracia–, pero no debe aportar ruido. Si llega a la sociedad y a la toma de decisiones políticas, es un error».
Un necesario entendimiento
Ambos expertos insisten en la necesaria relación entre ciencia y política y en que cuenten con mejores mecanismos y canales de comunicación. «Para incrementar nuestra influencia y capacidad de persuasión, los científicos no podemos acudir a una tecnocracia, en la que nosotros tomemos las decisiones, porque entonces se nos muere la democracia. La democracia se sustenta en el ejercicio de la política, no podemos hacer política estricta y únicamente basada en la evidencia científica, pero sí convenientemente informada en ella», señala Lorenzo Melchor.
En este punto, Pablo Izquierdo comenta que, además, «no sería bueno que los científicos tomaran las decisiones, porque se pondría en riesgo el crédito de la ciencia. La ciencia no es apolítica, pero sí es apartidista. Jugarnos eso es jugarnos nuestra credibilidad», concluye.