(Madrid).- La mayoría de las ciudades de España deberían restringir el tráfico rodado para hacer frente a los crecientes niveles de contaminación atmosférica. Así lo ha defendido la Alianza Europea de Salud Pública (EPHA, por sus siglas en inglés), con la que colaboran la Fundación Española del Corazón (FEC) y la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) junto a otras 80 ONGs europeas de salud pública, asociaciones de pacientes, profesionales sanitarios, asociaciones de enfermos y organizaciones sanitarias.
Según los registros, las limitaciones impuestas por la pandemia desde marzo de 2020 lograron mejorar la calidad del aire de manera rápida pero, a medida que se van suavizando las restricciones contra la expansión del coronavirus, los niveles de contaminación han aumentado de nuevo, e incluso en algunas ciudades la calidad del aire actual es peor que antes del inicio de la pandemia.
Dos tercios de las ciudades rompen los estándares de aire limpio establecidos por la Organización Mundial de la Salud, resultando más afectadas las zonas con menor nivel socioeconómico.
La EPHA y muchas de las entidades con las que colaboran instan a los alcaldes de grandes ciudades a que inviertan los fondos europeos en reducir la contaminación. Esta petición se sustenta en un nuevo y amplio estudio que analiza el coste y la eficacia de las distintas medidas tomadas en Europa para luchar contra la contaminación generada por el tráfico rodado. Los investigadores han analizado 28 tipos de políticas urbanas que actualmente se ejecutan en una serie de ciudades de todo el mundo, desde autobuses públicos de cero emisiones hasta compartir e-scooters, para ver su efecto en las reducciones de partículas nocivas (PM) y óxido de nitrógeno (NOx) del tráfico rodado.
Una de las principales conclusiones del análisis radica en que prohibir la entrada de los vehículos contaminantes al centro de las ciudades podría reducir la contaminación por PM y NOx en localidades de más de un millón de habitantes hasta en un 23% y un 36%, respectivamente, ahorrando hasta 130 millones de euros al año en gastos sanitarios, entre otros.
Otra de las medidas tomadas en algunas ciudades como Londres, Estocolmo, Gotemburgo o Milán, cobrar una tasa a los vehículos contaminantes para entrar en el casco urbano, redujo las PM hasta en un 17% y el NOx hasta un 12%, ahorrando hasta 95 millones de euros en costes sociales, además de aumentar el bienestar de la población.
Para funcionar bien, según la EPHA, ambas propuestas se tienen que aplicar en ciudades de un tamaño significativo (al menos un millón de habitantes) y estar bien vigiladas. Las cámaras para escanear vehículos y otras infraestructuras hacen que ambos modelos sean costosos de configurar, pero las tarifas establecidas consiguen rentabilizar en poco tiempo estas inversiones.
Por otro lado, existen otras medidas efectivas que no implican mucho coste para la ciudad, como son modular el coste y la disponibilidad del estacionamiento municipal. En los pocos casos en los que se ha utilizado específicamente para reducir la contaminación, la medida logró recortes del 5-10%, tal y como apuntan los investigadores.
En cuanto a reservar espacio para ir en bicicleta y caminar, los analistas concluyen que resulta una medida cara, particularmente en ciudades con gran densidad de población, en relación con las pequeñas ganancias.
El análisis determinó que los planes de coche compartido comercial subvencionados públicamente, como los de París, Ámsterdam y Colonia, hicieron poco para reducir la contaminación y sólo cobraron sentido en las ciudades más grandes. Además, estos pueden competir con el transporte público y aumentar la contaminación si los vehículos compartidos tienen una determinada antigüedad.
Ahora toca invertir en medidas para la salud
El fondo de recuperación COVID de la Unión Europea está a punto de transferirse a los gobiernos nacionales. Este está valorado en una suma que asciende a 672.000 millones de euros, de los cuales un tercio se destinará a inversiones ecológicas, incluido el transporte. Por ello, para el secretario general interino de la EPHA, Sascha Marschang, «Es el momento de proteger la salud de las personas con una batalla unificada, y los ciudadanos preocupados deberían presionar a los alcaldes para que tomen un papel principal en esta lucha. Ahora hay que pedir a los dirigentes de las ciudades que inviertan esta generosa financiación disponible para mejorar realmente la salud de las personas y su medio ambiente«.
Cabe recordar que la contaminación del aire es la primera causa de muerte prematura por factores ambientales, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, siendo responsable de la muerte prematura de unos 30.000 españoles al año. Además, la polución causa enfermedades cardiovasculares y pulmonares vinculadas a tasas de mortalidad más altas de COVID-19, tal y como apunta la OMS. “Las pequeñas partículas de contaminación consiguen entrar en el torrente sanguíneo y dañar el interior de las paredes de los vasos. Estos se estrechan y se vuelven más rígidos, favoreciendo así la posibilidad de que aumente la presión arterial, la coagulación de la sangre y la aparición de ritmos cardiacos anormales”, explica el Dr. Jordi Bañeras, coordinador del área de contaminación de la Fundación Española del Corazón.
“A finales de 2019, se identificó un nuevo coronavirus de síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) como la causa de un grupo de casos de neumonía en Wuhan (China) con rápida extensión, dando como resultado la declaración de una emergencia de salud pública de preocupación internacional, el 30 de enero que, posteriormente se declaró oficialmente como pandemia el 11 de febrero. La posible correlación entre la contaminación del aire y los brotes de COVID-19 se han descrito en la literatura reciente. Si bien la difusión del SARS-CoV-2 se ha documentado en todos los países y se ha declarado una pandemia, todavía se debate sobre la tasa de mortalidad y la gravedad de la neumonía de algunas regiones concretas de los países más afectos, como España, Italia y China. Entre los factores implicados para su mayor transmisibilidad y severidad la contaminación del aire podría jugar un papel importante”, explica la Dra. Isabel Urrutia, neumóloga y coordinadora del Área de medio Ambiente de SEPAR y del Año SEPAR 2020-2021 por la Calidad del Aire.
Respecto a los costes: otro estudio de la EPHA llevado a cabo en 2020 puso de manifiesto que la mala calidad del aire cuesta a los españoles más de 900 euros al año de media, principalmente en salud, pérdida de días de trabajo y muerte temprana. Los beneficios de reducir la contaminación son mayores en las grandes ciudades o en Europa Central y Oriental, donde la contaminación es mayor.